El próximo 6 de abril comienza el horario de invierno

Trastornos como la somnolencia o el insomnio son algunos de los efectos asociados a los cambios estacionales del horario. Especialistas del área de la salud de la Universidad de Chile sostienen que estos ajustes amenazan la calidad de vida de las personas, por lo que enfatizan la importancia de abordarlos a través de estrategias de prevención y tratamiento, particularmente en regiones donde la medicina del sueño está menos desarrollada.

Las entidades académicas del mundo vinculadas a la medicina de los ritmos biológicos y el sueño, incluida la Sociedad Chilena de Medicina del Sueño (SOCHIMES), han defendido la opinión de abolir el cambio estacional del horario y mantener durante todo el año el estándar, comúnmente denominado «de invierno», que corresponde al horario asignado de acuerdo al ordenamiento geográfico determinado por meridiano o Zonas Horarias del Tiempo Universal Coordinado, UTC. La reciente recomendación de la academia estadounidense de sueño en esta línea fue suscrita por otras 20 sociedades médicas.

En el contexto de esta discusión, es importante destacar que el cronotipo de la especie humana es diurno, es decir, el horario espontáneo o tiempo biológico para el despliegue de su actividad coincide con la fase diurna, y el de reposo con la fase nocturna del ciclo astronómico. Esta diurnalidad está profundamente incrustada en la biología humana, ya que fue adquirida hace unos 50 millones de años, durante la evolución temprana de los primates, permitiendo maximizar el rendimiento metabólico, físico, cognitivo y social en horas de alta luminosidad y temperatura ambiente, reservando los procesos de restauración homeostática al reposo nocturno.


«La coincidencia entre el tiempo biológico y el tiempo astronómico se sostiene en la red de relojes que componen el sistema circadiano», explica el doctor Adrián Ocampo.

El doctor Adrián Ocampo, académico del Programa de Fisiología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, señala que “la coincidencia entre el tiempo biológico y el tiempo astronómico se sostiene en la red de relojes que componen el sistema circadiano. Estos relojes circadianos son marcapasos, cuyo ciclo dura aproximadamente 24 horas y que se expresan de manera ubicua en los tejidos del organismo. El sistema circadiano posee un reloj maestro localizado en el núcleo supraquiasmático hipotalámico, que ejerce un control jerárquico sobre los relojes periféricos distribuidos en los parénquimas del cuerpo, responsables de la correcta temporalidad de los procesos fisiológicos. Este mecanismo de control es poco conocido, pero la evidencia sugiere la participación de señalización endocrina mediante la modulación rítmica de la melatonina en el control del eje simpático-pineal, del cortisol, en el eje hipotálamo-hipófisis-corteza suprarrenal, y el sistema nervioso autónomo, entre otros”.

La luz impacta en forma significativa el funcionamiento de nuestra sociedad, facilitando la visión como la principal vía de información de nuestro Sistema Nervioso Central (SNC). Además, al presentarse en forma periódica entre el día y la noche, es la principal clave ambiental que modula nuestros ritmos circadianos. El intercambio de información que ocurre en nuestra sociedad requiere en gran parte de luminosidad, que cuando no es luz natural se obtiene de la energía eléctrica, y en países industrializados corresponde a entre el 5% y el 15% de consumo total de electricidad. El principal argumento que sostiene el cambio al horario de verano (DST, Daylight Saving Time) se basa en la supuesta economía energética proyectada sobre el uso de iluminación residencial al atardecer, ya que adelantar los relojes una hora durante la primavera implicaría que las luces se encendieran una hora más tarde. Sin embargo, existe literatura actualizada que cuestiona el real beneficio energético. Desde el punto de vista sanitario, por otra parte, existe creciente evidencia del impacto negativo sobre el metabolismo y fisiología humanos de los cambios en el horario de iluminación.

Relojes biológicos

El reloj biológico maestro se ubica en el Sistema Nervioso Central, específicamente en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo, el que posee la maquinaria molecular capaz de sincronizar la compleja red de relojes periféricos, modulando prácticamente todos los procesos fisiológicos de nuestro organismo mediante oscilaciones a intervalos regulares de aproximadamente 24 horas. En el humano, la principal clave ambiental natural que modula este reloj maestro es el ciclo de luz solar, una fuente compleja de información que, transducida en la retina, permite el ajuste cotidiano del reloj a través de su conexión directa con el núcleo supraquiasmático (haz retino-hipotalámico).

A nivel periférico, el Sistema Cardiovascular (SCV) tiene sus propios relojes biológicos en cardiomiocitos y células endoteliales, que regulan circadianamente la frecuencia cardíaca, actividad simpática, hormonas vasoconstrictoras, agregación plaquetaria, niveles de fibrinógeno y presión arterial. Estas -en general- muestran una mayor expresión durante la mañana. De hecho, se ha estimado que la incidencia de infarto agudo al miocardio es un 40% mayor en la mañana que en el resto del día, al igual que el predominio matutino de presentación en disección aórtica, cardiopatía por estrés (Síndrome de Tako – Tsubo), arritmias, muerte súbita y accidente cerebrovascular. Así, se ha propuesto que el perfil temporal circadiano de estos trastornos es producto de la suma de mecanismos circadianos proinflamatorios a factores de riesgo preexistentes.

La desincronización entre los sistemas circadianos endógenos y ciclos ambientales 24h incrementa citoquinas proinflamatorias, presión arterial y frecuencia cardíaca, aumentando el riesgo cardiovascular. Los trabajadores de turnos (shift work) son un ejemplo de desincronización de ritmos, asociada estrechamente a un incremento de presión sistólica y diastólica; epinefrina y norepinefrina urinaria; incremento en IL – 6 / proteína C reactiva y disminución de plasminógeno, que en su conjunto podrían explicar el significativo riesgo cardiovascular reportado en este grupo de trabajadores.


«El equívoco resultado en ahorro energético reportado, el conocimiento recabado en la cronobiología y estudios clínicos observacionales sugieren que el horario durante un año calendario no debiese ser modificado, y probablemente, nuestro horario de invierno sería el más adecuado», asegura el doctor Alonso Quijada.

El doctor Alonso Quijada, del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Clínico Universidad de Chile, señala que, “a nivel internacional, el debate sobre la revisión de política de cambio de horario se ha incrementado en los últimos años y diversas sociedades de cronobiología y medicina del sueño se han pronunciado en este punto. El equívoco resultado en ahorro energético reportado, el conocimiento recabado en la cronobiología y estudios clínicos observacionales sugieren que el horario durante un año calendario no debiese ser modificado, y probablemente, nuestro horario de invierno sería el más adecuado”, asegura.

La importancia del sueño en adolescentes

Las características propias del sueño en los adolescentes y una amplia gama de factores psicosociales han generado, en gran parte de este segmento de la población, un escenario de disrupción de ciclos y una menor cantidad de horas de sueño en relación a sus necesidades. Las medidas de ajuste de horario en la población general han demostrado tener consecuencias negativas sobre la calidad del sueño y variados ámbitos de salud. En el caso de la población adolescente, el DST (Daylight Saving Time) puede constituir un factor de riesgo adicional dentro de la denominada “tormenta perfecta” de factores disruptivos sobre calidad del sueño, y se requiere constatar estos posibles efectos.

"El cambio al horario de verano tiene efectos medibles sobre el nivel de vigilia, rendimiento cognitivo y somnolencia en días y semanas posteriores al ajuste horario", afirma el psicólogo Carlos González.
«El cambio al horario de verano tiene efectos medibles sobre el nivel de vigilia, rendimiento cognitivo y somnolencia en días y semanas posteriores al ajuste horario», afirma el psicólogo Carlos González.

El psicólogo Carlos González, académico del Departamento de Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, destaca la conexión entre las horas de sueño y la eficiencia en las actividades cotidianas en el período del DST. “En la literatura se constata que el cambio al horario de verano tiene efectos medibles sobre el nivel de vigilia, rendimiento cognitivo y somnolencia en días y semanas posteriores al ajuste horario, y que el cronotipo nocturno puede resentir en mayor medida este efecto”.

Se ha demostrado, además, que el retraso en el ciclo de sueño-vigilia se exacerba en jóvenes con trastornos afectivos emergentes y que las alteraciones de los ritmos circadianos pueden ser factores relevantes en los síntomas depresivos en adolescentes, por lo que el rol del DST en la reducción del tiempo de sueño, junto a otros factores como el uso de pantallas, debiera considerarse en la investigación de factores de riesgo para trastornos del ánimo en la etapa infantojuvenil.

Finalmente, el psicólogo Carlos González comenta que “el efecto sobre rendimiento escolar expresado en pruebas estandarizadas presenta resultados mixtos en los dos trabajos revisados, y no se ha estudiado en adolescentes de corta edad y escolares. En todo caso, la opinión de estudiantes adolescentes y adultos sobre los efectos del DST en su bienestar y su actividad escolar tiende a ser negativa cuando se les consulta. Aunque es un tema aún en debate, algunos autores sugieren la conveniencia de revisar la planificación pedagógica y la carga académica posterior al ajuste horario”.

Matías Bustos
Comunicaciones Corporativas HCUCH
Universidad de Chile